sábado, 30 de enero de 2016

Familias de cereal - Tomás Sánchez Bellocchio


Familias de cereal, Tomás Sánchez Bellocchio, Candaya, 2015, 190 págs., 15€.
Si algo caracteriza a la narrativa de nuestro tiempo es la posibilidad de encontrar grandes historias en contextos de lo más cotidiano. Existen en nuestros días numerosos cuentistas que arman relatos de gran calado sin traspasar las paredes de una casa. En ese ámbito doméstico se mueven los doce relatos que componen Familias de cereal, el primer libro del argentino Tomás Sánchez Bellocchio.
Como el propio título adelanta, el microcosmos familiar va a ser el contexto en el que se desarrollen todas las tramas. El autor sigue al pie de la letra la conocida sentencia con la que León Tolstoi comenzó Ana Karenina: “Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una su manera”. Las que van apareciendo a lo largo del libro conforman una especie de catálogo de infelicidades: divorcios, violencia, enfermedad, muerte… Se podría decidir que Sánchez Bellocchio pone el foco en familias disfuncionales, si no fuera porque, realmente, la rareza la constituyen las familias completamente felices que sonríen a todas horas y que sólo existen en los anuncios o en la irónica portada del libro. A partir de este nexo, los relatos se van bifurcando hacia terrenos más escabrosos en algunos casos o hacia problemas graves tratados con cierta ternura, en otros textos.
Esa ternura la encontramos, por ejemplo, en dos relatos que comparten el leit motiv: el surgimiento de Internet como herramienta que permite unir a dos generaciones. En el caso de “Disco rígido”, acompañamos a un padre que, con la ayuda de un informático muy joven, trata de conocer mejor a su hijo fallecido a través de su ordenador. En el último y más extenso relato del libro, “La nube y las muertas”, una adolescente con problemas tutoriza a su abuela y sus amigas en el aprendizaje de Internet.
En otros relatos, la familia necesita de un elemento ajeno para afianzarse y estrechar sus relaciones. En “Ciudad de cartón”, un chico que recoge basura se convierte en el inesperado cicerone de un padre y su taciturno y extraño hijo; mientras que en “Cuatro lunas” es el preparador físico que contrata una familia de obesos el que acaba uniéndolos de la manera más insospechada. Sánchez Bellocchio también se pregunta por los límites del concepto de familia; así, en “Interrupción del servicio”, una madre y su hijo descubren lo poco que conocen a la criada con la que han convivido durante años. La distancia de edad entre el narrador de “Mitad de un hermano” y el hijo de su padre y su nueva esposa y el carácter consentido del niño lo ponen en una situación extrema que tiene poco de fraternal.
 El contexto familiar provoca cierta mitigación de las rarezas de algunos de sus miembros que poseen comportamientos insólitos, como escribir un extraño bestiario, “Animales del imperio”, o cambiar las peleas por una especie de actuación cuando el hijo graba con su videocámara, “Familias de cereal”. En otros relatos, el opresivo espacio de la casa familiar se contrae aún más hasta confinar a uno de los personajes en su dormitorio, el anciano que agoniza en “Hacedor de dinero”, o en el cuarto de baño, el chico de “Historia de la caca”.
Las familias de estos estupendos relatos de Tomás Sánchez Bellocchio nos muestran las infinitas posibilidades narrativas que ofrecen esos lugares aparentemente anodinos que son nuestros hogares.
Reseña publicada en El Noroeste:

martes, 26 de enero de 2016

Sin presente - Lionel Tran


Sin presente, Lionel Tran, Periférica, 2015, 147 págs., 16€.
Toda generación se define por oposición a los valores que encarnó la de sus padres. Los jóvenes occidentales siempre han ido un paso más allá en la conquista de libertades y en la emancipación con respecto a lo conseguido por sus progenitores. Pero, ¿qué ocurre cuando tus padres pertenecieron a la generación más liberada de la Historia?; si ellos enarbolaron todas las banderas que la juventud hace suyas en el parisino mayo del 68. La respuesta a esta paradoja está en la raíz de Sin presente, la última novela del francés Lionel Tran.
El libro comienza en el simbólico año 1989; mientras Francia conmemora el segundo centenario de la Revolución, otro hito en la conquista de las libertades, los hijos de aquellos jóvenes que protagonizaron las revueltas de 1968 están acabando el instituto. Chong, el protagonista y narrador, es un epítome de su generación: criado por una madre soltera en un ambiente intelectual y de izquierdas que lo incita a ser libre. Sin embargo, ¿cómo serlo y rebelarse ante unos padres que hicieron lo mismo? Ante esta situación, Chong y sus amigos deciden abandonar los estudios y crear un colectivo, Tabula Rasa, desde el que ofrecerán un arte desprejuiciado y en el que volcarán el nihilismo de su época, la Generación X. Pronto, el consumo de drogas, el trapicheo con ellas y la inacción dejarán en un segundo plano los ambiciosos proyectos artísticos del grupo.
Sobre esta historia, Tran, ofrece un texto bastante libre en lo estilístico y en lo temporal, que huye de la narración lineal para ofrecer mediante fragmentos discursivos de breve extensión un retrato de la generación. Asistimos a la espiral que llevará a Chong al abuso de las drogas y a la pobreza, de la que emergerá, paradójicamente, convertido en un obrero más parecido a sus abuelos que a sus padres. Pero, también, van desfilando una pléyade de personajes que se mueven entre el arte y el lumpen y que son descritos siempre con la crudeza propia del estilo del autor.
Además del choque generacional, tema que sirve de motor de arranque del libro, la creación artística es el otro gran eje de Sin presente. Observamos las dificultades que encuentra Chong para llevar a cabo su vocación de convertirse en escritor; el narrador se obliga de una manera casi obsesiva y masoquista a plasmar sobre el papel unas ideas que parecen no aflorar. La toxicomanía o la falta de organización del resto de componentes de Tabula Rasa también dificultan el desarrollo del grupo como plataforma artística, ofreciendo una imagen de artistas rebeldes y malditos que no logran salir de su inmadurez.
El libro de Lionel Tran ofrece gracias a su carácter autobiográfico una narración cargada de autenticidad de lo sufrido por una parte de su generación. Sin embargo, la novela, publicada originalmente en Francia en 2012, parece llegar un poco tarde, al ocuparse de unos problemas que el país galo parece haber dejado atrás. Los problemas económicos y la violencia callejera que sacudieron ese Lyon de los noventa que sirve de escenario al libro, quedan un poco lejos tal y como las noticias nos muestran a diario. De todas formas, se pueden encontrar no pocas similitudes con nuestra época en esta interesante novela de Tran.

viernes, 8 de enero de 2016

Salvo el poder - Ernesto Escobar Ulloa




Salvo el poder, Ernesto Escobar Ulloa, Comba, 2015, 107 págs., 11’90€.

La editorial barcelonesa Comba es uno de esos pequeños sellos que han aparecido en los últimos años en España y que desde la juventud y el trabajo bien hecho van creando un catálogo interesante. En estas mismas páginas ya reseñamos dos de sus libros de cuentos anteriores: Convivir con el genio de Juan Bautista Durán y el excepcional No aceptes caramelos de extraños de la chilena Andrea Jeftanovic. En esta ocasión comentaremos una colección de relatos del narrador peruano afincado en Barcelona Ernesto Escobar Ulloa.
La mayoría de los once cuentos que se incluyen en Salvo el poder están ubicados en el país de origen del autor. Son muchas las referencias a la geografía y a la historia reciente del Perú, por lo que el lector español puede tener algunas dificultades para reconocer a personajes o situaciones asociadas al contexto político del país sudamericano en las últimas décadas. Por ejemplo, el título del libro coincide con la letra de un himno del grupo terrorista peruano Sendero Luminoso, cuyo líder protagoniza, además, el relato “La insignia de Mao”. También será difícil para el lector que  desconozca la historia reciente de este país descubrir la identidad de ese presidente que es ridiculizado por uno de sus asesores en “Combi asesina”.
Por todo ello, para el lector peninsular son más atractivos esos relatos en los que no es necesario entender el contexto peruano para descodificar completamente el texto. Entre ellos destaca el recurso narrativo sencillo pero efectivo de “Juegos Olímpicos”, en el que el protagonista se encuentra bajo la cama de su amante, escuchándola discutir con su marido, que acaba de irrumpir en la habitación, sin saber si él conoce el adulterio ya que ambos hablan en alemán. La vuelta a la adolescencia, de un protagonista del relato cuyos datos biográficos coinciden con los del autor, aparece en varios cuentos como el que acabamos de citar, “1986” y “Casas idénticas”.
Escobar se muestra como un autor con talento en la dosificación de la tensión narrativa, opta a veces por relatos homogéneos y en otras ocasiones por un fragmento sin cierre claro, y en la elección del estilo. En relación a este aspecto destaca la configuración social del narrador de “Padres de la patria” como un chico de una clase baja mediante el registro lingüístico que emplea. También está llena de giros propios del dialecto peruano la narración de “Crónica de un magnate”, que imita el estilo de la prensa rosa más popular.

Otro recurso que hace de Salvo el poder un libro atractivo y heterogéneo es el juego con la Historia. Lo encontramos por primera vez en el breve y un tanto desconcertante “Lejano abismo”, pero adquiere mayor entidad en los dos últimos relatos del libro. En “Vesontio”, un jerarca nazi, el jefe de las SS Heinrich Himmler, que intenta huir tras la guerra se encuentra con unos personajes de la Roma Antigua. En “#BoLibia” el autor fabula con lo que hubiera ocurrido si el Che no hubiera muerto abatido por el ejército boliviano y hubiera conquistado con sus hombres el país. Escobar se aleja de la imagen mitificada del guerrillero argentino y lo presenta como un dictador que convierte a Bolivia en un remedo de Corea del Norte. Este relato es un ejemplo más de esa variedad y agudeza que convierten el libro en una obra interesante.

Reseña publicada en El Noroeste: